La adicción al sexo o conducta compulsiva al sexo se reconoce como un descontrol sobre el comportamiento sexual que provoca dependencia, e incluso, como en cualquier otra adicción, síndrome de abstinencia.
Se incrementa progresivamente la frecuencia de la actividad sexual, pero llega un momento en que esta experiencia placentera pasa a ser y a vivirse como una necesidad imperiosa, inevitable, que acaba por destruir las familias, las relaciones afectivas, sociales y laborales de las personas que padecen de esta dependencia.
Síntomas físicos y psicológicos de la adicción al sexo
Este tipo de adicciones tienen igual repercusión en el individuo hipersexual que en quien es usuario habitual de sustancias ilícitas.
Entre los principales síntomas encontramos la necesidad de aumentar la dosis de actividad sexual, o el desasosiego provocado por el síndrome de abstinencia cuando esta se interrumpe o disminuye drásticamente.
Esto es, precisamente, el principal factor de riesgo que puede llevar a la persona a recaer.
Una ruptura emocional, la sensación de soledad afectiva o la gran facilidad para acceder a material erótico son algunos de los detonantes para este tipo de conductas anómalas, ya no para conseguir placer, sino para evitar el malestar producido por la abstinencia
Es entonces cuando el sexo se convierte en lo más vital para el sujeto, quien no puede evitar ser dominado por sus emociones, sus fantasías y pensamientos.
Quienes sufren de esta disfunción recurren a la actividad sexual compulsiva en respuesta a ciertos estados de ánimo que les perturban.
¿Cómo impacta la adicción al sexo a la persona en sociedad?
Los efectos de la adicción al sexo pueden tener serias consecuencias en la persona que lo sufre, sobre todo en el ámbito social y de las relaciones humanas.
Desde descuidar la familia y el trabajo, hasta provocar rupturas en las parejas. La persona se aísla de su entorno y comienza a padecer trastornos de ansiedad e, incluso, corre el riesgo de caer en una espiral de adicciones, llegando a otro tipo de sustancias.
Aunado a lo anterior, algunas de estas personas no se previenen contra las infecciones de transmisión sexual, lo que significa un grave peligro para sí mismos y para sus parejas. Esto, también puede afectar su economía, debido al consumo excesivo de pornografía y/o prostitución.
Tratamientos médicos
Lo fundamental en estos casos es recibir una adecuada ayuda psicológica, que incluya terapias individuales y de grupo, donde el individuo aprenda cómo controlar los estímulos, manejar la ansiedad, los impulsos y, poco a poco pueda ir cambiando su hábito conductual inapropiado.
El tratamiento estará dirigido a mejorar el estilo de vida del paciente y eliminar este tipo de comportamientos. Para ello, resulta de vital importancia el apoyo de la familia y de la sociedad. En los casos más extremos, se recurre a la prescripción de psicofármacos inhibidores de la impulsividad.
Para lograr el objetivo, la educación sexual adecuada resulta esencial como forma de información y prevención.
Sin embargo, no solo es importante brindar orientación bien fundamentada acerca de los peligros del consumo indiscriminado de pornografía, las infecciones de transmisión sexual o los embarazos no deseados, sino también trabajar actitudes sexuales y en una erótica sana.
Otros métodos profesionales
Otras técnicas utilizadas por los expertos en adicciones son la reestructuración y distracción cognitiva, la identificación de las señales de estrés, ansiedad y otras circunstancias de peligro. También se recurre a las terapias de pareja para los trastornos clínicos o de personalidad.
Además, se debe fomentar en el paciente las habilidades de interacción social, practicar el autocontrol y aprender a manejar el estrés también funciona para evitar caer en estas adicciones conductuales.
Recaída en conducta
En caso de una recaída, además de los fármacos potenciadores de serotonina, podría considerarse adecuada la utilización de fármacos antiandrógenos o similares, que ejercen una supresión hormonal capaz de prevenir o inhibir los efectos biológicos de las hormonas sexuales masculinas.
No obstante, en la mayoría de los casos esto último no llega a ser necesario. Solo se reservaría para conductas recurrentes resistentes y paralizantes.